Lidia y yo desarrollamos una “teoría” durante nuestro año como voluntarias en Afrikable ONGD en Lamu, Kenia.
Como coordinadoras del proyecto, convivíamos con los grupos de voluntarios y pasábamos la mayor parte del día juntos, tanto en las horas de trabajo como fuera del proyecto.
Las tardes alrededor de una mesa tomando un zumo, los paseos por la playa viendo esos atardeceres que nos dejaban a todos con la boca abierta, o las horas de navegación a bordo de un dhow, eran momentos de encuentro y de descubrimiento mutuo.
Obviamente, muchas conversaciones giraban alrededor del proyecto, de la realidad de las mujeres y los niños en Kenia y de lo que la implicación diaria en la organización suponía para cada uno de los que estábamos allí.
Pero en un voluntariado pones tanto de ti mismo y la implicación personal es tan grande, que la línea que separa el trabajo de lo personal es muy fina. Tanto, que es casi imposible dejar atrás esa mochila de experiencias, vivencias e inquietudes que todos llevamos a cuestas.
¿Y por qué te cuento todo esto?
Pues porque después de un montón de meses recibiendo grupos de voluntarios, nos dimos cuenta de que había determinados perfiles y situaciones que se repetían en buena parte de las personas que llegaba a la ONG.
Sí, sí, la teoría de la que te hablaba al principio.
Tabla de contenidos
Crisis personal como denominador común
A lo largo de los últimos 3 años he tenido contacto con muchísimas personas que dedicaron y dedican sus vacaciones a poner su granito de arena y a arremangarse haciendo un voluntariado.
Primero, como te decía, como coordinadora del proyecto; y después, durante mis viajes a Lamu, en los que he compartido muchas charlas con los voluntarios que en ese momento estaban colaborando en la organización. Incluso a día de hoy, los voluntarios que siguen llegando a la isla forman parte, aunque de manera menos directa, de mi día a día.
¿Qué te quiero decir con todo esto?
Que hay perfiles que se repiten, que somos todos mucho más parecidos de lo que podemos pensar y que, en un gran porcentaje, decidimos implicarnos en un voluntariado en unas condiciones muy similares y por los mismos motivos.
Resumiendo, y para no dar más rodeos: gran parte de las personas que aterrizan en un voluntariado lo hacen en un momento vital delicado o de cambio.
Rupturas sentimentales, transiciones profesionales, cambios vitales o momentos de reinvención personal suelen acompañar a los viajeros en sus experiencias solidarias.
Algunas veces, el voluntariado se convierte en la vía de escape, en una manera de huir del “problema”. Otras, en cambio, se utiliza como cierre de una mala etapa, o como una vivencia de transición entre momentos de cambio. Incluso puede convertirse en una experiencia transformadora mediante la que afrontar esas adversidades y volver a casa un poco más “curado”.
Pero la crisis personal está ahí en un porcentaje altísimo.
Y cuando hablo de “crisis”, lo hago en el sentido más amplio de la palabra. Más allá de situaciones adversas y problemas de todo tipo (que también), me refiero a momentos de cambio vital de la persona que se convierten en motor para implicarse en un voluntariado.
Dicho de otra manera: sin esa crisis personal, muchas personas no hubieran dado el paso de participar en una experiencia de este tipo.
¿Negativo? No tiene por qué, todo depende del punto de vista desde el que se mire y, sobre todo, de cómo se viva la experiencia.
¿Cuestionable? Puede (como todo).
¿Egoísta? Seguramente, pero… ¿acaso no hay una motivación de satisfacer una necesidad u obtener algo que nos reconforte en prácticamente todo lo que hacemos?
Con esto no quiero animarte, ni mucho menos, a lanzarte al vacío y a entender el voluntariado como la solución a todos tus problemas. ¡Nada más lejos de la realidad! De hecho, soy bastante crítica en este aspecto y, en líneas generales, no suelo recomendar participar en una experiencia solidaria si no se está fuerte o si no se tiene la madurez suficiente como para mirar los problemas de frente y reconvertirlos en una oportunidad de crecimiento
Yo también hice un voluntariado en plena crisis personal
¡Pero ojo!
No seré yo quien condene el hecho de hacer un viaje solidario en un mal momento o en una etapa de crisis. O, al menos, no lo haré sin condiciones.
Porque yo también lo hice.
Debes de estar pensando que me estoy contradiciendo y que digo blanco pero hago negro.
Pero no. Ya te he dicho que todo tiene matices y que no soy partidaria de los extremos: no recomendaré nunca utilizar el voluntariado como “cura” y reducirlo a una posible solución a tus problemas; pero tampoco juzgaré ni condenaré el hecho de vivir una experiencia solidaria en un momento personal delicado si se hace con la madurez suficiente como para que el impacto sea positivo tanto para el proyecto y la comunidad como para el voluntario.
Como sabes, el voluntariado me cambió la vida y, como te decía, decidí hacerlo cuando pasaba por un bache.
Después de casi un año en un momento personal muy delicado, y sin terminar de levantar cabeza (en mi caso, por una ruptura sentimental), llegaron las vacaciones y me sentía totalmente perdida y sin saber muy bien qué hacer.
Quedarme en casa no era una opción. Me apetecía viajar, pero no me sentía lo suficientemente fuerte como para llenar mi mochila e ir a explorar el mundo yo sola. Buena parte de mis amig@s estaba en un momento vital muy distinto al mío, y sus vacaciones pasaban por planes familiares en pareja y con niños pequeños.
No tenía ni idea qué hacer en esas 3 semanas de vacaciones, pero si algo tenía claro era que quería moverme y salir de casa. Quizás así se me pasaran las tonterías, tendría tiempo de pensar, y sería capaz de mirar mis problemas desde otro punto de vista.
Y se me encendió la bombilla.
Siempre me había rondado la idea de hacer un voluntariado internacional. Ya había colaborado en España con diferentes organizaciones y desde siempre había tenido el run run de hacerlo fuera de casa. Como apasionada de los viajes y del mundo social, era algo que me atraía muchísimo.
Pero, por un motivo u otro, siempre había aplazado esa experiencia y me había dedicado a viajar de otra manera, explorando todos los países que pude alejada de las masas de turistas, pero sin implicarme en esas realidades y siendo siempre una espectadora.
Así que consciente de que no era mi mejor momento, la vieja ilusión de hacer un voluntariado cobró fuerza y me empezó a ilusionar como nada lo hacía en los últimos meses.
Eso era un síntoma de que podía volver a sentirme viva. Estaba muy motivada y sonreía cuando preparaba el viaje y hacía todos los trámites.
Sé que puede sonar egoísta, que puedes pensar que utilicé el voluntariado para huir de mis problemas.
Pero yo refiero pensar que en ese momento de bajón, recuperé un sueño que tenía olvidado. El tocar fondo me sirvió para retomar una ilusión que tenía aparcada y que, sin ni siquiera haberla vivido, me motivaba más que nada. Por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentirme viva. Así que estaba más que decidido: en septiembre dedicaría mis vacaciones a colaborar con algún proyecto de cooperación.
Tenía claro que quería que fuera África. Busqué, pregunté, me informe…, hice todo lo que tenía que hacer y el 2 de septiembre de 2014, con mi mochila de problemas y preocupaciones también a cuestas, puse los pies por primera vez en Kenia.
¿Qué por qué no dejé esa mochila de crisis en casa?
Y yo te pregunto: ¿y por qué sí hacerlo? ¿Hubiera tenido sentido?
Yo creo que ninguno.
Había decidido embarcarme en esas vacaciones solidarias, pero mis problemas se vendrían conmigo. Prefería arrastrarlos y mirarlos de frente durante mi voluntariado (aún a riesgo de que empañaran algún día), que huir hacia adelante y que me estuvieran dando la bienvenida al volver a casa.
El voluntariado como huida: un grave error
Es algo muy habitual y es un gravísimo error.
Muchas personas piensan que, haciendo algo por lo demás, se curarán y volverán a casa como nuevas y sin ningún rastro de esas preocupaciones que tenían al iniciar el viaje.
Otros, sienten que aparcando sus problemas durante unas semanas, éstos desaparecerán.
Y muchos que deciden hacer un voluntariado con el fin de “encontrarse a ellos mismos”.
Si haces un voluntariado sin estar lo suficientemente fuerte ni sin tener un mínimo de madurez ni de toma de consciencia real de tu situación, estarás cometiendo un gravísimo error. No disfrutarás de la experiencia ni aportarás nada positivo al proyecto ni a la comunidad con la que colabores. Además, en lugar de tomar perspectiva de tu situación y relativizarla, la harás más grande y volverás a casa con una mochila de preocupaciones más pesada.
Si estás atravesando algún bache y tienes dudas acerca de si estás o no preparado para hacer un voluntariado, hazte estas preguntas (y respóndete muy honestamente):
- ¿estás preparad@ para dar lo mejor de ti a otras personas?
- ¿te sientes fuerte para enfrentarte a realidades dolorosas y muy duras?
- ¿estás dispuesto a llevarte tus problemas contigo y a aprovechar tu voluntariado para mirarlos de frente y trabajarlos?
- ¿eres lo suficientemente maduro para relativizar tus preocupaciones cuando las pongas de frente con situaciones vitales infinitamente más difíciles que la tuya?
En mis años de experiencia en el mundo del voluntariado, he conocido a bastantes personas que han decidido hacer un voluntariado en plena crisis personal, convencidas de que esa experiencia les ayudará a superar la situación de crisis que están viviendo.
¿Y sabes qué les ha pasado?
Algunas han abandonado el proyecto y han vivido el resto de su viaje como unas vacaciones (quizás era la opción que deberían haber elegido desde el principio).
Otras han interrumpido su voluntariado y han adelantado la vuelta a casa.
Muchas han continuado con su colaboración en el proyecto, pero lo han hecho a medio ganas y con los ánimos por el suelo.
Ninguna de ellas ha disfrutado al 100% de la experiencia. Y, lo que es más grave, no han aportado lo que esperaban, su participación no ha tenido un impacto positivo en la comunidad, y su estancia en la ONG ha provocado, en muchas ocasiones, dificultades y conflictos.
¿Mi consejo? Desmitifica las propiedades terapéuticas milagrosas del voluntariado y, sobre todo, sé muy honest@ contig@ mism@.
Llegará el día en el que no tengas dudas, en el que veas claro que hacer un voluntariado será enriquecedor tanto para ti como para el proyecto en el que participes. Quizás ahora no sea tu momento, y es de valientes reconocerlo.
Voluntariado como oportunidad de crecimiento personal
Así es exactamente cómo viví mi voluntariado: como una oportunidad de autoconocimiento, de desarrollo y de crecimiento personal. Jamás como una huida ni como una terapia milagrosa.
Y así es como estoy convencida que debes afrontarlo si decides hacer tu viaje solidario en un momento de crisis personal.
Si te sientes fuerte y si estás preparado para trabajar tu situación mientras vives tu experiencia solidaria, todo saldrá bien. Darás lo mejor de ti en el proyecto; te implicarás en una nueva realidad que te hará tomar cierta distancia de tus problemas y darles la importancia real que tienen; y volverás a casa habiendo hecho un proceso personal muy importante (que deberás continuar haciendo).
En mi caso, me di cuenta de que en realidad yo no tenía un problema y que me había comportado durante muchos meses como una niña egoísta, revolcándome en mis preocupaciones y haciendo un drama de algo que no lo era.
¿Y sabes por qué fui capaz de hacer esa reflexión?
Porque jamás pretendí huir de mi malestar, decidí llevarlo conmigo y hacerle frente, y porque ponerme cara a cara con las vidas de aquellas mujeres hizo que mi escala de valores cambiara de manera irremediable.
Y tú puedes hacer lo mismo.
Como ves, todo depende del punto de vista del que se mire y de la madurez y la situación personal de cada un@. No todo es blanco ni negro, la escala de grises es infinita y se trata de saber identificar en qué punto te encuentras.
A partir de ese proceso de reflexión, la decisión llegará sin apenas esfuerzo: es tu momento, estás en condiciones de hacer un voluntariado y tu implicación será positiva y enriquecedora tanto para ti como para la comunidad; o es mejor esperar a estar en un mejor momento, a sentirte más fuerte y a estar segur@ de que puedes dar lo mejor de ti a los demás.
¿Qué piensas sobre esto?
Si has hecho algún voluntariado en una situación personal delicada o conoces a alguien que lo haya vivido, deja tu comentario. Seguro que es muy útil para otras personas que se lo están planteando y no saben qué hacer.
Y si eres de los que tiene dudas y no sabe si está preparad@ para una experiencia de este tipo, contacta conmigo y nos ponemos manos a la obra.
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2 comentarios en «El error (¿o no?) de hacer un voluntariado durante una crisis personal»
Buenas Marta!!
Yo fui uno de los voluntarios que coincidí contigo estando de coordinadora de Afrikable en 2015.Yo también había atravesado una situación profesional complicada hace unos meses pero tengo que decir que fue una experiencia que me ilusionó , me hizo dar el 100% de mi y dar carpetazo a esa delicada etapa.He de reconocer que esto se dio gracias al recibimiento y la ayuda de las coordinadoras(Lidia y tu Martita) , las fundadoras de Afrikable(Lola y Merche) y el gran ambiente entre grupo de voluntarios que estuvimos. Es una cosa que tenía en mente hacerlo desde hacia años y al ver Afrikable y la atención que me dieron me decidí sin dudarlo.Esta experiencia me ayudo a crecer y a minimizar este problema que tenía viendo la realidad en Afrikable.Asante sana a todo el mundo que lo hiciste posible y entre todos tu Martita.Animo a todos los que no se atrevan a adentrarse en un voluntariado como este que lo hagan si se encuentran con las suficientes ganas que lo hagan que se convertira en la mejor experiencia de sus vidas como fue mi caso.Un abrazo Martita y que te vaya genial en esta bonita iniciativa!!
¡Hola Íñigo!
¡Qué ilusión leerte por aquí! Muchísimas gracias por tus palabras, para mí fue un gustazo compartir con vosotr@s esa experiencia. Pero, sobre todo, gracias por compartir tu testimonio y por aportar tu vivencia en un tema tan delicado como éste; a veces no es fácil reconocer las propias circunstancias y debilidades, y tú has sido muy honesto al hacerlo.
Como tú, animo a todas las personas que se sientan fuertes, preparadas y con ganas, a vivir un voluntariado. No hay duda de que es una experiencia de crecimiento y de desarrollo personal que permite tomar distancia y perspectiva de los problemillas que a veces convertimos en problemones 😉
Un abrazo muy fuerte!!!