Sí. Así de tajante. No eres un superhéroe y no vas a cambiar el mundo cuando participes en un voluntariado.
Y me dirás: “Venga Marta, pero si tu lema es Haz un voluntariado y cambia el mundo”. Sí, sí, ya lo sé. Pero tranquilo, no estoy loca, y te explico al final de este post mi reflexión y por qué no vas a cambiar el mundo de golpe pero sí a largo plazo.
Antes de empezar tu viaje solidario, e incluso cuando vayas a decidir hacer o no un voluntariado, debes de tener muy claro que no vas a provocar grandes ni inmediatos cambios durante tu paso por un proyecto de cooperación. Si no eres plenamente consciente de esto, la frustración acabará tocando a tu puerta más pronto que tarde. Mentalízate desde ya de que, muy probablemente, no seas testigo del impacto de tu labor ni veas grandes cambios durante tu participación en un proyecto.
Si cualquier cambio es un proceso lento y costoso, ¡imagínate cuando se trata de cambios que afectan a personas, culturas y estilos de vida! Como debes intuir, los tiempos y la dificultad aumentan muchísimo. Resumiendo, y como dice el refrán, Roma no se hizo en un día.
Querer abarcar demasiado te va a llevar, además de a la frustración y a la desilusión, a no disfrutar de tu viaje y a no entender la complejidad de los procesos que se desencadenan a tu alrededor.
Si tu único objetivo es ver los resultados de tus acciones, te perderás miles de momentos maravillosos. Y es que precisamente uno de los grandes motivos para vivir una experiencia de este tipo es descubrir un nuevo mundo desde dentro, poco a poco y sin presiones: comprender, aprender y empaparse de una cultura o entorno diferentes a los tuyos, con sus luces y sus sombras, con lo que apoyamos y admiramos, y con lo que condenamos sin tapujos. Perdértelo por estar únicamente centrado en la repercusión de tus tareas, sería perderte una experiencia única y un proceso de crecimiento personal muy valioso.
¿Crees que las organizaciones y los proyectos de cooperación existirían y trabajarían durante años si todo fuera tan fácil como ir unas semanas a colaborar? Evidentemente, la respuesta es no. Por eso debes dejar a un lado el espíritu de superhéroe y de “salvador” del mundo para centrarte en hacer lo mejor posible la tarea que se te ha encargado y en vivir tu experiencia de la forma más enriquecedora posible.
Son muchas las personas que tienen unas altísimas expectativas cuando deciden hacer un voluntariado, y son muchas también las que pasan por fases de frustración y de sentir que no están siendo útiles. ¡Nada más lejos de la realidad!
El ámbito en el que desarrolles tu voluntariado determinará en gran medida si tus niveles de frustración y de ese sentimiento de “no estar haciendo nada” se disparan o casi ni los percibes. Por ejemplo, si vas a participar en la construcción de un pozo y en la canalización de agua potable hasta un poblado remoto en medio de la selva, probablemente apenas vivas esa desilusión, ya que el impacto de lo que estás haciendo es más que evidente y se trata de una actividad que tendrá resultados a muy corto plazo (es una labor material, con principio y fin, y con un resultado tangible).
Pero en el ámbito social nada es tangible ni inmediatamente observable, así que ármate de paciencia y piensa que tu labor específica tiene valor y significado en el marco de un proceso de cambio lento y profundo. Por lo tanto, si a priori te parece que la tarea que se te ha encargado es prescindible y que aportas poco con tu participación, reflexiona sobre el por qué de esa labor y sobre qué pasaría si no se realizara.
Voy a ponerte algunos ejemplos más: en un proyecto de empoderamiento de la mujer en África, donde las mujeres trabajan bajo los estándares de comercio justo logrando así su independencia económica, y teniendo en cuenta las altas tasas de natalidad en este continente, es fundamental que alguien se ocupe de atender a sus hijos e hijas mientras ellas están en su jornada de trabajo, ya que en caso contrario sería casi imposible el acceso al mercado laboral de esas mujeres. Si tú eres la persona responsable de esta tarea, y si en algún momento te cuestionas la importancia de tu labor, seguro que tu percepción cambia después de reflexionar sobre lo que hay detrás de lo que estás haciendo.
O si, por ejemplo, te encargas de realizar campañas de sensibilización sobre la importancia de la escolarización de los niños y niñas de la comunidad en la que estás colaborando para conseguir la abolición del trabajo infantil. Lo más probable es que finalices tu voluntariado sin haber observado ningún resultado, ya que el cambio que perseguías es tan estructural y profundo que nunca se va a dar en unas pocas semanas de colaboración. Si no eres capaz de ir más allá y de reflexionar sobre la importancia de la labor que estás llevando a cabo, volverás a casa sintiendo que no has hecho nada.
Conozco perfectamente la ilusión que uno pone en un viaje de este tipo, las ganas de dejarse la piel y de arremangarse para conseguir mejorar todo lo posible las condiciones de vida de las personas o del entorno en el que vamos a vivir. Y gracias a esa energía tan potente los proyectos de cooperación, especialmente aquellos más pequeños, consiguen pequeños grandes cambios. Porque la ilusión de todas las personas participantes, tanto de las que lo hacen de manera estable como de las que colaboran de manera puntual, es el motor de todas estas organizaciones.
Y es fundamental que no lo olvides: tu granito de arena y tu esfuerzo son valiosísimos y, sumados a los granitos que aportan otras personas, impulsan procesos de cambio y contribuyen a conseguir pequeños grandes logros.
Todas y cada una de las acciones que se llevan a cabo tienen una razón de ser y un gran valor. Todas son semillas que se plantan y que, más pronto o más tarde, florecen y dar frutos.
Si aspiras a ver grandes resultados y cambios profundos después de participar en un voluntariado durante unas semanas o unos meses, debes de concienciarte antes de viajar y rebajar tus expectativas. Si después de esto sigues pensando que tu participación en un viaje solidario debe de dejar grandes huellas allí adónde vayas, quizás es mejor que te replantees la opción del voluntariado y te decidas por otro tipo de viaje.
Es necesario ir un poco más allá de nuestro ego y de nuestras necesidades de satisfacción personal, es imprescindible recordar que si has decidido involucrarte en un viaje solidario es porque quieres dar lo mejor de ti a los demás, no alimentar tu autoestima.
Si después de leer esto sigues motivado y con ganas de emprender tu viaje solidario, ¡adelante! Conviértete en una de esas pequeñas semillas que originan el cambio.