Historias de voluntariado #9. Flupita, o cómo reinventarse a través del voluntariado

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En casi todos los testimonios de voluntariado se adivina un antes y un después de esta experiencia.

Pero el caso de Federica, compañera en mis primeras vacaciones solidarias, es una historia de reinvención que parece sacada de una novela.

Después de pasar dos meses colaborando en proyectos en Kenia y Tanzania, se lió la manta a la cabeza y dejó su vida en Madrid para instalarse definitivamente en África, donde a día de hoy sigue viviendo y trabajando.

Sin duda, una historia de reinvención personal y profesional de una mujer que un día decidió vivir siendo fiel a ella misma.

1.       ¿Quién eres y qué voluntariado/s que has hecho? (ong, objetivo del proyecto, país, duración…):

Me llaman Flupita porque eso siempre fue mi nickname en las oficinas y así empezaron a llamarme todos. Nací en Italia en el lejano 1976, en la bellísima ciudad de Roma, y siempre me ha picado el gusanillo de los viajes, nunca me cansaré de conocer gente.

Me mudé a España en 2008 y allí viví una maravillosa etapa de mi vida hasta el 2014, año en que me volví loca y empecé a preguntarme por qué no era feliz. Acabé descubriendo que no me dedicaba a lo que me gustaba y dejé mi trabajo y me fui a estudiar un máster en la universidad de Comillas, en Madrid. La elección del máster fue gracias a una amiga que me ayudó a escucharme y descubrí que lo que mejor se me da es estar con la gente; así me apunté a Relaciones Internacionales para el desarrollo con la finalidad de un día trabajar en una ONG. Por lo visto, el destino me estaba llamando a la puerta: hice las prácticas del máster en una pequeñísima ONG, Amigos de Nyumbani, que lucha contra el SIDA y sus consecuencias en Kenya, rescatando y cuidando a los huérfanos de esta enfermedad.

Luego conocí a Mercedes Cascajero y su ONG, Afrikable, en una conferencia sobre el Comercio Justo. Ambas ONGs tienen sede en Kenia y decidí atreverme a vivir otra aventura para seguir mi senda, ya que los primeros pasos ya los había dado. Un mes no podía ser suficiente para mi sed de África, así que fui buscando otro proyecto para prolongar mi estancia en el continente negro, y acabé encontrando la gran familia de Hostel Hoff en Tanzania.

Empecé mi experiencia en la bellísima isla de Lamu, en Kenia, donde descubrí la familia de Merche: Lola, Khadija y todas las mujeres Ormas, Swahili y Maasai que luchaban todos los días para que sus niños fueran al cole, sus maridos no las pegaran, sus hijas no se casaran jóvenes, su familia pudiera comer, y sus vidas pudiesen desarrollarse tranquilamente y con dignidad. El proyecto de Afrikable, se centra en el empoderamiento de la mujer para lograr la igualdad de género y el desarrollo económico general de los países en desarrollo. A través del Comercio Justo, la ONG promueve el desarrollo profesional de las mujeres y, consecuentemente, el desarrollo económico de sus pequeñas comunidades.

Pasado un mes intenso y único, me fui sin dejar de llorar a mi siguiente destino: Moshi, en Tanzania. En el Hostel Hoff, tuve la gran oportunidad de conocer a chavales de todo el mundo que, como yo, habían elegido otro estilo de vida y querían dedicarse al voluntariado durante una temporada.

El hostal colaboraba con muchas ONGs pequeñas y locales de la zona y nos propuso muchos proyectos. Escogí el que estaba más cerca y el que nadie quería. Mi responsable me enseñó el camino la primera vez y me dejó en la pequeña escuelita de un barrio pobre de la periferia de Moshi, y allí empecé mi maravillosa experiencia de voluntaria en el Jipe Moyo Project (en kiswahili, “jipe moyo” significa “tomar fuerza”).

Las mujeres del barrio habían dado vida a este proyecto para conseguir que sus niños se escolarizaran, ya que no tenían dinero suficiente para enviarles al cole estatal. Todas las mañanas me iba andando sola por el barrio y todas las tardes me volvía al hostal; nunca tuve miedo e iba saludando a todo el mundo hasta que un día empezaron a reconocerme y a llamarme “teacher”, ¡fue uno de los días más bellos!

2.       ¿Cuáles eran tus tareas?

En Amigos de Nyumbani me ocupaba del marketing de la ONG y de las Redes Sociales, ayudando a desarrollar uno de sus últimos proyectos: el taller de sastrería para las jóvenes de la comunidad.

En Afrikable, me tocaron los nenes bombones de las mamis del proyecto: otra voluntaria y yo debíamos salir a pasear a los bebés y entretenerles con juegos y canciones para que sus mamis pudieran trabajar. Por la tarde, todas las voluntarias colaborábamos con el proyecto principal de la ONG: la creación de bellísimas sandalias de cueros con decoración maasai, diseñadas por Alma en Pena.

En Hostel Hoff, en el proyecto Jipe Moyo, me ocupaba de dar clases de refuerzo a los peques y a las jóvenes. Les compré unos atlas y unos libros de historias para enseñarles un poco el mundo occidental, tan lejos de ellas, y para que conocieran un poco de historia del mundo. Con los peques jugábamos con letras y números para que aprendieran a utilizar la lógica y no sólo la memoria.

3.       ¿Qué te ha aportado el voluntariado?

La experiencia ha sido sencillamente maravillosa y única. Abrió mi mente y mi corazón a nuevos valores que desconocía, me volvió más humana, humilde y sencilla, y me ayudó a encontrarme a mí misma.

Me ayudó a entender cuál era mi lugar en el mundo y gracias a la experiencia de voluntariado,  tuve el coraje de seguir mi instinto y mudarme a vivir y trabajar en África.

4.       ¿Cuáles crees que son las claves para que el voluntariado sea una experiencia lo más enriquecedora posible tanto para el voluntario como para la comunidad?

Para que un voluntariado sea útil al voluntario y a la comunidad, para que ambos disfruten al máximo y se desarrollen, hay que ir vacíos de prejuicios y cargados de buenas intenciones y de ganas de aprender en lugar de enseñar. ¡La mochila vacía a la ida, para llevarla cargada a la vuelta!

5.       ¿Cuáles crees que son los errores que hay que evitar al hacer un voluntariado?

Primero, hay que elegir el país justo y el proyecto que interesa de verdad, luego hay que averiguar la ONG y las tareas que se pueden desarrollar en terreno para evitar sorpresas y malos entendidos.

Segundo, hay que informarse sobre el país, la religión, la cultura y el idioma del país que se escoge para el voluntariado e intentar aprender ya desde casa un vocabulario básico para que a la llegada podamos entender y expresarnos con la población local y ser acogidos de manera aún más calurosa, si es posible.

6.       Cuéntame una anécdota, un recuerdo, una imagen… que te marcó y que vas a recordar siempre como parte de tu voluntariado.

En Afrikable, nunca podré olvidarme de las sonrisas de las mujeres todos los días, unas sonrisas verdaderas cargadas del “hakuna matata”, del vivir hoy con una posibilidad de tener un mañana. “Hakuna matata” en kiswahili significa “no hay problemas” y esta es su filosofía de vida.

En Hostel Hoff, se me quedará grabada de por vida la imagen del barrio por donde tenía que pasar todas las mañanas para ir a la escuelita del proyecto: cúmulos de basuras que se quemaban a las primeras horas del día, gallinas que corrían por todos los lados, las mujeres con los peques barriendo sus parcelas de tierra, los charcos enormes que se creaban con las primera lluvias de Octubre, los gritos de felicidad de los peques en cuanto llegaba a la escuelita… ¡mi África!

7.       ¿Recomendarías hacer un voluntariado? ¿Qué le dirías a alguien que quiere hacer un viaje solidario?

¿Si lo recomendaría? Lo pondría como obligatorio en los colegios para que los chavales del mundo occidental descubrieran los verdaderos valores de la vida y se formaran en nombre de la hermandad, la humildad, la generosidad… En pocas palabras, para que aprendieran el Ubuntu, que en lengua bantú significa “yo existo porque nosotros existimos”.

Estamos todos interconectados y sólo sobreviviremos a este mundo si nos echamos un cable los unos a los otros, porque juntos es más fácil. Me encantaría que todos tuviéramos la oportunidad de vivir experiencias como la del voluntariado para que pudiéramos aprender sin libros y enriquecernos de valores.

Si se va a África, Asia o Sudamérica, hay que acordarse de que “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos” como decía el Principito, así que abrid el corazón y gozad de la experiencia de voluntariado para que vuestras vidas no vuelvan nunca a ser las mismas de antes.


Como ves, el voluntariado supone un punto de inflexión en la vida de muchas personas, ya sea para afrontar su día a día desde otra perspectiva o, como en este caso, para salir de la zona de confort y hacer un cambio de vida radical.

No seas tímido y deja un comentario con tus impresiones sobre este testimonio. ¡Tengo muchas ganas de leerte!

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