Cuando te planteas dedicar tus vacaciones a hacer un voluntariado, son muchas las razones que pueden frenarte y echarte para atrás en tu decisión de emprender un viaje solidario: el tiempo, el dinero, la seguridad en el país de destino, adónde viajar, con qué organización trabajar, en qué colectivo centrarte, identificar qué puedes aportar, posibles problemas de salud…
Es en ese momento cuando el desconocimiento y el miedo se convierten tus peores aliados y pueden hacer que todos esos motivos que te paralizan sean tan potentes que decidas cambiar de plan y volver a la tumbona en la playa de donde no has salido en los últimos veranos (ojo, ¡que también es un planazo!, pero no tiene nada que ver con la experiencia del voluntariado si eso es lo que realmente te apetece).
Como creo que te vienen a la mente varios motivos para no embarcarte en la aventura de un viaje solidario, quiero mostrarte la otra cara de la moneda. Quiero darle la vuelta a la tortilla, alejarte de los miedos y las dudas, y darte 10 razones para que no dejes de vivir la gran experiencia que es el voluntariado.
Te aviso, lo que vas a leer a continuación puede llevarte a un camino sin retorno en la planificación de tu próximo viaje.
#1. Poner tu granito de arena por un mundo mejor
Por supuesto, éste tiene que ser necesariamente el primer motivo para no renunciar a tu voluntariado. Todos, cuando pensamos en dedicar nuestro tiempo a hacer un voluntariado, lo hacemos con el mismo objetivo y por la misma razón: creemos firmemente que un mundo mejor es posible, y queremos contribuir de manera activa a ese cambio poniendo nuestro pequeño granito de arena.
Y, efectivamente, dejarás esa huella y pondrás ese granito de arena con tu colaboración. Según el ámbito en el que colabores, a veces ese granito será mayor, quizás otras veces sea más imperceptible, pero siempre será importante.
Si eres doctor/a y tu implicación en un proyecto de cooperación se basa en tu trabajo en una unidad pediátrica, es evidente que tu labor estará dejando una huella más profunda en las vidas de los niños y niñas a los que atiendas y también en las de sus familias. En cambio, si tu labor se centra en cuidar bebés mientras sus madres trabajan para ganar un sueldo digno o en vigilar nidos de huevos de tortugas para documentar su evolución, el resultado no será tan evidente a corto plazo, aunque sí será muy valioso a medio y largo plazo. Que la consecuencia de tu trabajo no sea inmediata no significa que tus funciones sean menos relevantes o de menor importancia.
Todos los procesos de mejora conllevan unos ritmos, a veces más rápidos y otras más imperceptibles. Pero no olvides que cuando los proyectos de cooperación deciden involucrar a personas externas al proyecto en su día a día, lo hacen conscientes de que cada labor, cada tarea, cada actividad, aporta un beneficio y contribuye al cambio (sí, ese cambio en el que crees firmemente y que te llama a que seas partícipe de él).
Así que si resuena en tu interior la idea de implicarte activamente por un mundo mejor y de arremangarte para dar lo mejor de ti, ¡adelante!
No hay mejor razón que ésta para dejar los miedos de lado y ponerte en marcha. Porque, entre todos, un mundo más justo es posible.
#2. Dar y recibir cariño incondicional
Si eres de los que les cuesta dar y recibir muestras de afecto, ¡no hay mejor terapia de choque!
No creo que haya nadie que haya participado en un voluntariado social (y me atrevería a asegurar que tampoco en ningún otro ámbito) que pueda negarlo. Independientemente del país, del idioma, del ámbito de colaboración, de la edad, del género…, independientemente de todo: durante un viaje solidario se da mucho cariño y se recibe de vuelta y multiplicado por mil.
Los saludos afectuosos, las miradas cómplices, las sonrisas sin motivo aparente, los abrazos sinceros…, son un constante en un viaje solidario. Y esto es un gran aprendizaje y una lección de vida de esas que no se olvidan, porque la vida es más fácil si se afronta con una sonrisa, aunque muchas veces no haya motivos para sonreír.
#3. Conocer otras realidades desde dentro
El objetivo de tu viaje y el enfoque que le des determinarán los aprendizajes que te lleves cuando vuelvas a casa. De la misma manera que no tiene nada que ver viajar en un circuito organizado por una empresa de turismo que hacerlo por libre en plan mochilero, no es lo mismo llegar a un destino y hacerlo como turista que como voluntario o viajero solidario. Lo que te lleves de una y otra experiencia, la profundidad de los aprendizajes que adquieras, son muy distintos.
Implicarte en un proyecto de cooperación y hacer un voluntariado significa estar inmerso en la sociedad y la cultura que te acogen, significa vivir esa nueva realidad desde dentro, de manera muy alejada a la de los turistas o viajeros que puedan llegar al país en el que te encuentras a pasar unos días de sus vacaciones.
Significa descubrir un país desde otra perspectiva, alejándote de monumentos históricos y de visitas obligadas y acercándote a las tradiciones, al idioma, a las rutinas y a la vida cotidiana, a la esencia, de una nueva cultura.
Significa dejar de ser un mero espectador para convertirte en parte activa de esa realidad. Y no quiero adelantarme, pero esa implicación “desde dentro” te puede llegar a transformar de una manera que ni te imaginas
Es un verdadero lujo, un regalo, convivir con comunidades tribales, con etnias minoritarias, con culturas y religiones diferentes a la tuya, con costumbres que están a años luz de las que tienes en tu país… Es una oportunidad mágica para descubrir, aprender y no juzgar, para conocer y opinar con conocimiento de causa.
Y es que a todos los amantes de los viajes nos engancha eso, el aprendizaje que supone el cambiar de mirada cuando viajamos. Y este cambio de mirada, que ya se da de manera natural y casi inevitable al viajar, se vuelve tremendamente poderoso cuando miras y vives la realidad que te rodea desde dentro y cuando formas parte de la comunidad con la que estás colaborando.
Podríamos decir que se trata de un efecto multiplicador que el viaje solidario, el voluntariado, tiene sobre la riqueza, el cambio de mirada y el conocimiento de los “viajes tradicionales”.
#4. Hacer nuevos amigos (y para siempre)
Si el recuerdo de las personas con las que nos cruzamos cuando viajamos y con las que compartimos unos días de ruta, una charla espontánea o una simple cerveza, nos dibuja una sonrisa en la cara, en un voluntariado esto se multiplica (una vez más).
Las personas con las que compartas esa experiencia tan intensa, tanto otros voluntarios como personas de la comunidad en la que vayas a colaborar, van a formar parte para siempre de un viaje diferente, transformador y que te va a marcar. Por lo tanto, todas esas personas también lo harán, y buena parte de ellas entrarán en tu vida para quedarse para siempre.
El vínculo que se crea entre las personas que participan juntas en un voluntariado es igual que la experiencia que comparten: igual de fuerte, igual de intensa, igual de especial, igual de mágica… ¿Cómo puede eso ocurrir en tan sólo unas semanas? No lo sé, pero ocurre. El hecho de descubrir juntos una nueva realidad, de sorprenderse ante las propias fortalezas y debilidades, de compartir el día a día en un entorno no siempre amable y ajeno a los dos, une. Y une muchísimo. Y ese lazo que se crea, perdura. Aún viviendo en ciudades diferentes, aún no manteniendo el contacto diariamente, ese vínculo que ha nacido no desaparece con la vuelta a casa y a la rutina.
¿Y qué decir de la comunidad con la que vas a colaborar? Sin saberlo, esas personas se convierten en maestras y maestros de vida y te enseñan mil y una cosas con la naturalidad de quién no se considera sabio. ¡Qué equivocados están! El trabajo diario, los abrazos espontáneos, las conversaciones sobre su mundo y el tuyo, las sonrisas y las miradas cómplices. En esas pequeñas cosas se va forjando una unión que durará siempre, aunque no os volváis a ver nunca más. Desde los niños y niñas que juegan en la calle, hasta el anciano con el que te cruzas cada día en la misma esquina. Todas las personas con las que te relaciones formarán parte imborrable de tu experiencia. Y no creas que la distancia cultural o el idioma juegan en tu contra, ni mucho menos, ¡el cariño y el afecto rompen barreras!
En mi caso, algunos de mis grandes amigos han nacido en mi etapa como voluntaria. Se trata de personas sin las que ya no puedo imaginar mi vida; me han marcado y me han enseñado de tal manera que han dejado una huella demasiado profunda. A algunos los veo más a menudo, a otros apenas nada, con otros el contacto es sólo telefónico o a través de las redes sociales, pero no importa. Están ahí y esa experiencia que compartimos nos unió para siempre. Y sólo hay que recordar algunos de los momentos vividos para darse cuenta de lo importantes que siguen siendo y de las risas y sonrisas que nos provocan. Con muchos de ellos comparto origen, idioma, cultura, manera de vestir, valores…, con otros apenas nada. Y es que es maravilloso y sorprendente que la distancia (no sólo física), lejos de separarnos, nos una.
#5. Aprender y/o practicar idiomas
Un voluntariado internacional es una ocasión perfecta para poner en práctica tus nociones de algún otro idioma o, incluso, de hacer tus pinitos en uno nuevo. Como seguramente no tendrás otra alternativa, dejarás atrás la vergüenza y las inseguridades y te lanzarás a hacerte entender y a comunicarte con la población local. ¡Te vas a sorprender al descubrir que sabes mucho más de lo que crees! Una vez más, eran los miedos y el sentido del ridículo lo que te impedía dar ese paso al frente para practicar otra lengua. Además, verás que no hace falta dominar perfectamente un idioma para poder comunicarte, simplemente necesitas atreverte: bien sea chapurreando cuatro palabras, o bien si ya dominas el idioma, podrás mantener conversaciones que enriquecerán mucho tu experiencia.
Y si desconoces totalmente el idioma del lugar al que vas a viajar, no lo dudes y anímate a aprender las frases básicas para saludar, dar las gracias o pedir una botella de agua. Verás que rápidamente asoman sonrisas de agradecimiento por tu esfuerzo de integrarte en esa nueva comunidad.
#6. Matar tus prejuicios y abrir tu mente
Estaréis de acuerdo en que no hay mejor medicina para las mentes cerradas y los prejuicios que viajar. Aunque no lo creas, todos tenemos prejuicios y estereotipos, y de manera inevitable los llevamos en nuestro equipaje cuando viajamos.
Y vuelvo a referirme al efecto multiplicador del viaje solidario frente al viaje tradicional: si viajar ya nos abre la mente y nos aleja de nuestros prejuicios de manera irremediable, la experiencia de voluntariado lo hace de manera aún más potente. La mente se abre y eres capaz de entender cosas que te parecían inconcebibles, de ponerte en el lugar de los demás y de aceptar que no todo es blanco o negro, sino que la escala de grises es infinita, de matar esas ideas preconcebidas que traías de casa.
Cuando no viajamos, el mundo se vuelve pequeño. Tanto, que acaba reducido a nuestro entorno más cercano. En cambio, alejarnos de esa zona de confort – sobre todo si se trata de una experiencia tan particular e intensa como es el voluntariado – nos obliga a abrir nuestra mente, a plantearnos nuestras ideas y valores (ya sea para reafirmarlos o para cuestionarlos) y a ampliar nuestra visión.
Y de repente sucede: los prejuicios se derrumban y el mundo, con toda su riqueza, se abre ante nuestros ojos para hacernos crecer y madurar.
#7. Transformar tu visión del mundo
Después de enfrentarte y convivir con realidades duras y difíciles, o al menos no tan cómodas como la tuya propia, tu manera de mirar la vida y el mundo cambian irremediablemente. De repente, y sin saber muy bien cómo, todo cambia, y mucho.
La vida se simplifica por momentos, todo se hace más fácil y las complicaciones desaparecen como por arte de magia.
Enfrentas el día a día con una sonrisa, que es gratis y no cuesta ningún esfuerzo.
Las prioridades se resitúan y tomas consciencia de la importancia real de las cosas, de lo que es importante y de lo que no.
Los problemas son relativos, y lo que antes era un pequeño problema, ya no lo es, y lo que era un gran problema, ahora es una complicación insignificante.
Tu escala de valores se modifica: aprecias cosas que a las que no solías prestar demasiada atención e ignoras o pones a la cola cosas que antes eran necesidades.
Valoras tu libertad y te sientes afortunado por ser libre, por poder elegir y por ser dueño de tu vida. Y agradeces infinitamente todas las oportunidades que esto te da.
Tomas consciente de la cantidad de necesidades creadas, no reales, que tienes.
Es una idea que repito muy a menudo, y voy a seguir haciéndolo porque es algo que debe de llegar a cuantas más personas mejor. Colaborar en un proyecto de cooperación y viajar a terreno para hacer un viaje solidario no es una experiencia aislada, que empieza y termina como si nada. Es una experiencia lo suficientemente profunda como para dejar huella más allá de unas semanas o unos meses de voluntariado, lo suficientemente transformadora como para cambiar las gafas con las que miras el mundo, lo suficientemente intensa como para poner del revés todo aquello que creías que era estático e inamovible, lo suficientemente generosa como para dejarte una valiosa herencia que te permita enfrentar la vida de otra manera a partir de tu vuelta.
#8. Conectar con tus fortalezas y debilidades
El autoconocimiento es un reto para el que nunca se está del todo preparado; siempre es difícil enfrentarse a los propios miedos, debilidades y puntos débiles. Igualmente, solemos ser bastante modestos con aquello que dominamos y que se nos da estupendamente bien, parece que nunca somos lo suficiente buenos del todo en algo para sacar pecho y estar orgullosos de nosotros mismos. ¿Te suena?
Las situaciones nuevas, especialmente si se dan fuera de nuestra zona de confort, nos ponen frente a esa tesitura y nos obligan a mirarnos de frente y sin filtros, con nuestras debilidades y con nuestras fortalezas. Dicho de otra manera, nos enfrentan a nosotros mismos y nos hacen conectar con nuestro “yo” más invisible.
¿Asusta? Claro que sí. Pero a la vez es un trabajo de crecimiento y autoconocimiento personal increíble: verte enfrentar situaciones totalmente nuevas e impensables para ti, improvisar para resolver situaciones cotidianas a las que no estás acostumbrado, convivir con tus prejuicios hasta llegar a la conclusión de que no tenían sentido… Todo esto saca lo mejor y lo peor de cada uno, destapa los miedos e inseguridades, pero también las fortalezas y potencialidades, y es fantástico tener esa oportunidad de descubrirnos en las buenas, en las malas y en las regulares. Te sorprenderás al descubrirte en facetas hasta ahora desconocidas en ti; sonreirás si te gusta lo que ves o lo anotarás en tu lista mental de “cosas a mejorar” si no termina de agradarte esa nueva cara de ti que has descubierto.
Sea como sea, el voluntariado es una experiencia muy intensa también en este sentido porque hace aflorar sensaciones y sentimientos nuevos, respuestas y reacciones inesperadas, y pensamientos, actitudes y comportamientos sorprendentes en ti mismo.
#9. Volver a casa con un “nuevo yo”
Aunque está muy relacionado con ese cambio en la manera de mirar el mundo que te comentaba antes, aquí me refiero a una transformación más profunda y personal, porque quien vuelve de participar en un voluntariado no es la misma persona que se subió al avión unas semanas antes para emprender su viaje solidario. Como siempre digo, hay cosas que cambian y que dejan huella, y lo hacen para siempre.
Las prioridades, los valores, las necesidades…, todo eso cambia, pero sobretodo cambias tú. Cambias de una manera casi imperceptible a los ojos de los demás, pero el cambio en ti existe sin posibilidad de marcha atrás: la serenidad y la calma se vuelven fieles compañeros de vida y reconectas con tu “yo” más íntimo y con la verdadera esencia de la vida y de los demás.
#10. Mejorar tu currículum
Existen varios estudios que afirman que incluir un voluntariado en tu currículum aumenta las posibilidades de conseguir trabajo. Y es que, cada vez más, las empresas valoran competencias y experiencias más allá de lo profesional y lo académico. El hecho de haber dedicado tu tiempo a trabajar de manera no remunerada y voluntaria para el bien de otras personas o del planeta, implica ciertas características, actitudes y aptitudes muy valoradas por las empresas.
Además de todos los beneficios y aprendizajes a nivel personal, hacer un voluntariado puede tener un gran impacto positivo en tu trayectoria y en tus oportunidades profesionales, ya que supone un plus de experiencia frente a currículums que no cuentan con una vivencia de ese tipo.
¿Crees que esto es una exageración? En mi última entrevista de trabajo, después de varias preguntas sobre mi trayectoria profesional, me dijeron: «Y ahora lo importante: cuéntanos lo de tu año de voluntariado en África«. Me sentí aliviada, ya que había dudado mucho si incluir o no mi voluntariado en el currículum, y en ese momento me di cuenta de que aquella experiencia decía mucho de mí y que era más que relevante.
Ahora dime, ¿cuál es tu motivo para no renunciar a hacer un voluntariado?
Si has llegado hasta aquí quizás te animes a empezar a preparar tu viaje solidario, ¡ya ves que motivos no te faltan! Te animo infinitamente a que lo hagas y que, a tu vuelta, me cuentes cuál esa razón que no puede faltar en esta lista.
Hazlo también si ya has participado en algún voluntariado y comparte con esta comunidad de viajeros solidarios qué es lo que te marcó en tu experiencia y por qué crees que otros no se lo pueden perder.
Deja un comentario, ¡y cuéntamelo todo!
Y si aún no formas parte de esta comunidad de viajeros solidarios, suscríbete gratis a la newsletter y entérate de todo lo que se cuece por aquí antes que nadie. Y de regalo, llévate el Pack Antiestrés del voluntariado 🙂